viernes, 3 de abril de 2009

Cuenta atrás

Esta semana ando de batallas y es que he comenzado mi cruzada particular, ¡la operación bikini!.
Cada año, la fecha de inicio de esta operación varia en función del tiempo. Las más previsoras suelen comenzar nada más terminar la navidad, otras lo hacen en febrero y también hay quien comienza cuando el sol pega fuerte y las minifaldas comienzan a vestir los maniquíes de los escaparates. Yo pertenezco a este último grupo, hasta que no veo las orejas al lobo no me pongo las pilas.
Lo primero es decidir cuántos kilos hay que perder, dependiendo de la cantidad de grasa que le sobre al cuerpo así será el régimen. Cuando lo único que se necesita es sacar al cuerpo del letargo de la himbernación, fortalecer la flácidez de piernas y brazos, con unas cuantas sesiones de gimnasio basta. Cuando por el contrario, el invierno además de frío ha traído glotonería y el único deporte que has practicado durante cinco meses ha sido el sillón-ball la situación es seria, pero no es hasta que la báscula supera los 60 kilos cuando por fin te das cuenta de que te sobran unos kilitos (da igual que durante semanas los vaqueros te entren a presión, que las camisetas del año anterior hayan encogido tanto en el cajón que ahora se hayan convertido en mini top o que la goma del tanga te haga cardenal... hasta que no te pesas, momento que por cierto vas retrasando irremediablemente, no aceptas la realidad: ¡has engordado!.
Elegir el régimen adecuado es lo más importante, hay infinidad de dietas milagrosas: la del melocotón, la de la zanahoria, la famosísima dieta de la alcachofa... también están las pastillas que inhiben el apetito, esas en las que meten tanta anfetamina que además de hacerte perder peso hacen que pierdas la cabeza y, como no, las pastillitas que tienen el don de hacer que no te engorde nada de lo que comas... (algo peligroso tanto milagro sin estar en Fátima).
En mi opinión, la única dieta que hace efecto es aquella que recomienda la modelo de los cereales: comer equilibradamente y un poco de ejercicio. Suprimir la comida basura (de la que no entiendo el nombre ya que está riquísima), aparcar el coche y comenzar a caminar, cambiar el sillón y la tele por un poco de footing y el mp3...
Todo el mundo tiene la clave para adelgazar ¡hasta el metro!, en serio, el otro día iba yo por la estación de Nuevos Ministerios y cuando iba a coger la escalera mecánica me encuentro un cartel muy llamativo que dice ¿Vas a dejar pasar la oportunidad de hacer ejercicio? Y dibujados en el suelo unas huellas que van directas a la escalera normal. “Me cago en tó...” farfullé para mí mientras seguía esas pisadas y me disponía a subir los tres tramos de escalera manual “Además de soportar los retrasos de los trenes y aguantar la marabunta humana me ponen carteles para hacerme sentir remordimiento ¡como si subir por las escaleras mecánicas fuera como comerte una tarta de chocolate!” continué diciendo mientras las gotitas de sudor comenzaban a aparecer en mi frente. Cuando por fin creí que había terminado de escalar el Everest descubrí que aún me quedaban dos tramos más así que, cerré los ojos con todas mis fuerzas y me dirigí hacia el ascensor más cercano “ojos que no ven...” y es que cada momento tiene su lugar, el metro es para llegar rápido a los sitios que para hacer ejercicio ¡ya pago todos los meses el gimnasio!

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