lunes, 16 de marzo de 2009

A primera vista (I)

Quien dijo que las primeras citas son inolvidables, era un sabio. ¿Cómo se puede olvidar uno de los peores días de tu vida?
Cuando el sábado por la noche quedé con Clara para tomar una copa, no podía ni imaginar los problemas que aquella copa me acarrearía. Comenzamos la noche en nuestro bar preferido, un pequeño tugurio viejo y maloliente (a su favor debo decir que todos los clientes somos como una gran familia. José, el camarero, nos llama por nuestros nombres y, lo más importante, está al tanto de la vida y obra de todos y cada uno de sus clientes, que abarca un radio de unas seis manzanas).
El encanto de este bar, además de que conserva los precios de cuando existía la peseta, es que es un pozo de información y camaradería. Cuando a alguno de nosotros nos ocurre una desgracia (convertirte en el número 5.786.981 del Inem, llegar una noche a casa y leer una carta en la que tu novio dice que necesita un respiro, golpear al aparcar tu coche contra una farola, comparado con lo anterior esto puede parecer intrascendente pero en mi defensa diré que Tamagochi era como un hijo para mí. Triste, lo sé), todos nos agrupamos en torno al desdichado y lo animamos a base de cerveza y palmaditas en la espalda.
Cuando comenzaba a decaer la conversación con José, esa semana la mala suerte no había visitado a ninguno de los asiduos, Clara decidió que había llegado el momento de emigrar a la discoteca.
Comparada con El Pepe,Rememora era todo un lujo, tres ambientes, sillones de piel, barras de colores y combinados de nombres impronunciables... todo muy chic, muy a la moda.
La noche pasaba rápidamente entre copas, risas y algún baile furtivo cuando de pronto aparecieron ante nosotras unos chicos. Como expertos cazadores de la noche rápidamente teníamos en nuestras manos unos chupitos y unas copas. Tras un rato de conversación gestual y chillidos inaudibles (parecíamos cuatro monos en la jungla) llegó la hora de irse a casa.
Éste es un momento decisivo, ¿cómo te despides de alguien a quien no conoces?, una opción sería bueno pues adiós, otra (muy socorrida en las pelis americanas) es decir que vas al baño y escabullirte por la puerta trasera, y luego está la que yo considero la mejor, simplemente dices ya nos veremos por aquí el próximo finde y te largas. El problema viene cuando alguien te hace La Pregunta ¿me das tu móvil?, en este caso tienes tres opciones: hacer la gracia sacar el teléfono y ponérselo en la mano añadiendo aquello de si llama mi madre dile que estoy ocupada, darle tu número intercambiando las dos últimas cifras (algo mezquino pero efectivo) o, dar el número correcto con la esperanza de que de verdad te llame.
Contra todo pronóstico, escogí la tercera opción. No sé si fue el sueño, el alcohol o la mezcla de ambos, pero en ese momento me pareció una buena idea....
Domingo 12 de la mañana, tirada en la cama, boca pastosa, sed insaciable, suena un pitido ensordecedor, despierto sobresaltada, tiro el despertador, el ruido continua y descubro que es el teléfono... cerebro funcionando a toda máquina... pequeñas lagunas vienen a mi mente... ¿que hago? ¿Darme la vuelta y fingir que no oigo nada... o armarme de valor y descolgar?
Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario