lunes, 23 de marzo de 2009

A primera vista (II)

“¿Di-i-igg-aa?” Maldiciendo mi decisión de la noche anterior conteste el teléfono suplicando que fuera cualquier persona menos... ejem... esto... ¡él!, en serio, ni un secuestrador de perros pidiéndome un rescate por Yaco me hubiera asustado tanto... Creo que en otra vida tuve que ser hermana de la caridad o algo por el estilo porque del teléfono salió una voz muy familiar ¡mi madre!. Fiel a su rutina dominical me llamaba para preguntar si, como todos los domingos desde hace un año, iba a ir a comer a casa (sabe que cuando no voy la aviso con una semana de antelación, pero ella continúa llamando por si acaso he cambiado de opinión a última hora. ¡inexplicables comportamientos de madre!).
Animada por mi buena estrella decidí levantarme de la cama y aprovechar la mañana dominical. Normalmente me levanto al mediodía con el tiempo justo para una ducha rápida y llegar pegada al refugio paterno. Pero hoy era un domingo especial. Me lavanté de un salto, salí a correr un rato, (está bien, sólo hasta la pastelería de la esquina para comprar croissant para el desayuno y fui corriendo porque cierran pronto) volví me preparé un desayuno continental, que engullí mientras leía el suplemento dominical (el quiosco pillaba de camino y aproveché la oportunidad) y cuando me disponía a empezar mi limpieza semanal volvió a sonar el teléfono. El pánico me invadió y de nuevo pensé en el secuestrador. La mano me temblaba mientras miraba el número que aparecía en la pantalla ¡Uff, no hay monos en la costa! Era mi hermana que me invitaba a unas cañas antes de comer. Sin pensarlo dos veces abandoné mis buenos propósitos y me largué con ella.
La tarde pasó tranquila sin sobresaltos sonoros. A las ocho de la tarde me sorprendí mirando el teléfono, a las ocho y cuarto otra vez, y a y media, y a menos cuarto ya le mandaba mensajes telepáticos... y como siempre ocurre en estos casos, no sono.
Eran las 9:30 cuando se digno a pitar, era un mensaje, escueto y directo “Hola Sandra soy Alex, del Rememora, anoche me lo pasé muy bien y me gustaría volver a verte. ¿Te viene bien cenar el martes?Besos”.¿¿¿Sandra??? ¿quién coño es Sandra? Le grité al texto de la pantalla como si me fuera a contestar. Inmediatamente llamé a Clara medio histérica para contarle que me habían confundido con otra, ¡A mí! ¿Se lo podía creer?. Cuando terminé mi relato me quedé muda y no precisamente porque me hubiera quedado sin palabras (porque conocía algún taco más que dedicarle a mi galán), sino porque del otro lado de la línea me venía un extraño sonido... ¡risa! No ¡carcajadas! Apunto estuve de tirarme de los pelos, pero antes que destrozarme las extensiones decidí tirar el teléfono. Al insatnte volvió a sonar, era Clara, intentaba disimular pero en la voz se le notaba que seguía llorando de risa. Entre balbuceos dijo “Toooonta Sandra eres tú”, “¿Yo? Tú estas majara”, “Noooo, anoche después de la tercera copa decidiste que sería divertido cambiarnos el nombre. Si te pregunta por Claudia, no te mosquees que soy yo” Mientras la escuchaba volvieron a mi cabeza algunos fragmentos sueltos, más animada, me puse cómoda en el suelo y le pedí que me refrescara la memoria... “¿Sandra? ¿De dónde saqué ese nombre?”, “¿No te acuerdas? fue en honor a la última película de la Bullock”, “¡Oh! Menos mal que no me dió por honrar a mi abuela Josefa”.

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