viernes, 20 de febrero de 2009

A lo loco

¡Me caso! Cuando mi amiga Cris soltó este bombazo casi me muero, literal. Esperó hasta que bebí un trago de zumo para soltarla, y claro, con la impresión mi líquido salió disparado, por la nariz, la boca y ella asegura que también por las orejas.
Tras esta tentativa de homicidio llegaron los besos, abrazos y las lágrimas. Las chicas somos así, sentimentales por naturaleza.
En cuanto oímos la palabra boda pensamos en príncipes azules y caballos blancos (herencia de una infancia con Walt Disney). Cuando creces descubres que el azul no te gusta tanto y que en lugar de príncipes tendrás que conformarte con plebeyos. Rebuscas entre lo que hay y tratas de llevarte el mejor. Cuando consigues al que podría ser el hombre de tu vida (si no bebiese la cerveza por barriles, dejara de ser una chimenea, convirtiera su curva de la felicidad en músculo y un largo etc) decides dar el gran paso de pasar el resto de tu vida con él... (o por lo menos aguantar a regresar de la luna de miel), en ese momentos te sientes como cenicienta . Ellos no. Ellos quedan en un bar y delante de una cerveza alguien suelta «tío tienes mala cara», «lo sé, es que me caso», «lo siento colega a todos nos llega» «Sí eso dicen, ¿otra ronda?».

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