lunes, 16 de febrero de 2009

Trabajos forzados

Esta semana la vida me ha enseñado una importante lección que creo debo compartir con todos vosotros. La importancia de decir NO. Cuando alguien te dice con cara de cachorro apaleado aquello de no quiero abusar de ti pero me salvarías la vida si ... hay que ser lista y escaquearte cuanto antes: ¿Has dicho gato? me encantaría pero me dan alergia. Pero no, yo acepté de buena gana sacar a pasear al perro de Vane, poner agua al gato de Javi, recoger el correo de Fátima y hasta me ofrecí para regarle las plantas a Patri.
Visitar a Bongo (el perro de Vane) fue la primera tarea de la lista, (hay que sacarle tres veces al día para evitar que haga sus necesidades en la casa). En fin, el lunes me puse el despertador una hora antes y después de arreglarme para ir a trabajar me dirigí a casa de Patri. En cuanto metí la llave en la cerradura el perro se abalanzó sobre la puerta, me sorprendió la fuerza de sus ladridos porque, que yo supiera, era un Yorkshire monísimo. Por fin logré entrar y la sorpresa fue mayúscula cuando en lugar de encontrar al pequeño Bongo me di de bruces con un caballo, (y no me refiero a un pony de paseo sino a un pura sangre). Negro como el tizón, el perro ciclado (porque esos músculos no pueden ser naturales), me enseñó los dientes y comenzó a gruñir... mierda pensé, éste está con el mono y yo sin un triste gelocatil. Respiré hondo y saqué la correa de mi bolso a lo que Ciclo (este nombre va más con su personalidad) respondió sentándose sumisamente y agachando la cabeza. Tengo que admitir que por un momento contemplé la posibilidad de engancharle unas riendas y salir a cabalgar pero me contuve y dejé que me sacara a pasear. Sí nuestra relación va viento en popa, cada uno sabe cual es su lugar, el perro manda y yo obedezco.
Regar las plantas fue mi siguiente destino, pensé que sería una cosa rápida, claro que mi ex-amiga Patri (después de este golpe la he borrado de mi agenda) no me advirtió de que su casa era un invernadero y no precisamente de geranios. Me costó tres lavadoras quitarme la peste de la ropa, por no decir del peligro de ser pillada infraganti como los ladrones. En fin, el gato de Javi resultó ser un asesino psicópata que cada vez que trataba de entrar en su fuerte (la cocina) me lanzaba arañazos y bufidos. El resultado final fue un suelo con más agua que el Titanic en sus peores momentos. Para concluir el día y terminar mis recados me encaminé a casa de Fátima. A no ser que a esta tía le manden una carta bomba no correré peligro pensé de camino. Y no le mandaron una bomba camuflada en una postal del caribe, no, lo que le mandaron fue una enciclopedia de 18 tomos que el cartero dejó en el portal. ¿Adivináis a quién le tocó subirla hasta el sexto piso? sin ascensor por supuesto. Riiiiing... ¡ha ganado un televisor! sí a mí. A sí que yo lo tengo muy claro y os recomiendo encarecidamente que sigáis mi ejemplo (no este claro) sino lo que voy a hacer a partir de ahora. Decir BASTA. Que me quede sin vacaciones y sin vida social no les da derecho a abusar de mí de esta manera. Cría amigos

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